El éxodo es eso, una corriente que deja atrás a su paso
todo lo que toca, que expurga el antes y elimina el después en un continuo de pasos que se autodevoran a
ritmos desparejos, que abandona el punto de partida sin compasión por el origen,
como si esta vez sí, de una buena vez, no
hubiera retorno y tuviéramos que obedecer a unas leyes de progresión y
supervivencia de la especie humana que ahora dice “no te detengas”, “acompásate
a la marcha de tus congéneres”, “no pierdas pie en este presente absoluto de la
marcha hacia lo desconocido que puede ser la vida, o la libertad” y otras
consignas a tono con la gravedad del momento que es salir de París hacia el
sur, en el medio de la guerra, huir de los alemanes, siempre huir de los
alemanes. Berlín antes, París ahora; apenas se sale de ellas y ya se sabe que harán
el mito de la ciudad perdida. En una el origen negado, en la otra el arraigo
imposible. ¿Cuál ciudad, cuál país? Como el extranjero de Baudelaire que
ignoraba donde situar su patria, lo que soy y he sido tiene la inmaterialidad
de unas nubes que sólo estaban para hacer paisaje y contraste sobre el azul, y
que aun sólo siendo eso tan leve han desaparecido del cielo desde hace días. Un
toque apenas sin ninguna insinuación de tormenta entre los edificios, un blanco
que era luz que se encendía también para Jeanne alguna vez desde esa puerta,
una dilución de blanco en la altura que ahora parece haber sido borrada por el
negro inmisericorde del humo. Era nube y soy humo. Y abajo la tormenta se
forma, como si, por una misteriosa operación de trueque, las verdaderas nubes,
las que suelen cargarse de chubasco y trueno, las que oprimen dentro de sí el
granizo y el relámpago, hubieran descendido por debajo del horizonte y fueran
sólo recuerdos de una nube, unos vellones que se dejan caer sobre el negro. A
ras del suelo la conjunción de color, olor, sudor, torpor hace cuerpo: una
franja oscura de cuerpos en movimientos, con trazos fuertes y disciplinados que
convergen desde las calles hasta la avenida central.-
:: Yo nunca te prometí la eternidad de Tununa Mercado (2004).-
:: Fotografía de Walter Benjamin en una biblioteca de
París.-
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