
Al momento en que el bólido negro se divierte con embarcarse sobre un paisaje de verdad, al que escamotea como si fuera un mar lejano, una especie de ruta de especias de las viejas indias, menos aun, un rió pobremente contaminado. Los vidrios polarizados del automóvil se solazan con la sensación de ver desde dentro y mirar fuera lo que refleja la aceleración, incesante e impulsando al fin.
Así y a estas direcciones, el avistaje, un calidoscopio monocromático catalejo y, a velocidad demasiado ella para ser profundidad, no ve, avista a lo sumo: chimeneas fabriles a los bordes, chatura techada a zinc, en los árboles y sus copas que sobresalen. “Vaya que el agua nunca ha bajado desde las épocas de las antiguas escrituras”. Sueña éste, el capitán siempre corsario, nunca llegar a hora de desembarco.
:: Imagen de cubierta de Cosmoplis de Don Delillo